sábado, 9 de octubre de 2010

La enésima mentira: la "Filosofía de Bolonia" y la masificación en las aulas.


El Plan Bolonia, el E.E.E.S...palabras que solamente asaltaron los medios durante unos meses en la segunda mitad del curso pasado, mientras fueron patrimonio del movimiento contra su misma implantación en los años anteriores. Y cuando se hicieron con un hueco en la agenda del día a día, lo fue para que la oposición fuera desacreditada mientras se tranquilizaba al resto de la sociedad con un sí a la reforma sin que ningún argumento lo sustentara. Como decía un compañero, se parecía bastante a la campaña por la Constitución Europea, en la que una bebida energética sustituyó una exposición concienzuda de la verdadera entidad que suponía la misma constitución.

Y con ese "Sí" no hubo más explicaciones que la defensa a ultranza de la denominada como filosofía de "Bolonia", el aparataje discursivo que enmascaraba una reforma con intenciones algo más oscuras: Movilidad, Flexibilidad, aprender a aprender...vocablos que asoman en casi todos los textos, pero que tras los que podremos ahondar, quizá en otro momento, en los principios mismos del momento que nos ocupa.

La adaptación al E.E.E.S supondría jugosas mejoras para la formación del alumnado, con un nuevo modelo que sustituiría al, sin duda desfasado sistema de Clases Magistrales y exámenes cuatrimestrales, que se basaría en una enseñanza dinámica, participativa, en la que se reducirían las horas lectivas y el trabajo del alumno pasaría a ocupar el primer puesto. En este viaje la ratio profesor alumno se reduciría de manera que fuese factible el desarrollo de dicho tipo de enseñanza.

Esta medida sería bastante arriesgada: requeríria que se contratasen a más personal tanto del PDI como de P.A.S, a la misma vez que las aulas universitarias tendrían que ser reformadas para albergar entre sus muros los nuevos aires que traía la pedagogía. Y ello sin entrar en el sinnúmero de pormenores que la materialización de esta política educativa iría presentando.

No obstante, lo que planteamos contrasta bastante con el panorama actual: ni se han contratado a un mayor número de profesionales ni se va a mantener el número, amenazándose con una reducción del funcionariado. Así mismo, las aulas siguen en su mismo sitio, con unos pupitres atornillados a un suelo mientras se enfrentan a la tarima que eleva al profesor, no solamente por cuestiones prácticas, sobre el resto del alumnado.

Obviamente la casuística puede ser muy variada. Desde mi punto de vista más subjetivo posible, me refiero a la Universidad de Granada, una de las que cuentan con mayor prestigio tanto dentro como fuera de este país. En ella siguen clases abarrotadas (en algunas titulaciones incluso más que antes), en las que la filosofía de Bolonia no va más que a materializarse en su cara más salvaje.

La Facultad de Filosofía y Letras es uno de los ejemplos más claros. Intacta a pesar de los años y de las recientes reformas, la formación personalizada no es más que una quimera. Y de momento, no parece que las cosas vayan a cambiar en los próximos años.

Ante esto el estudiantado tendrá que pedir explicaciones. No solamente los nuevos alumnos, adscritos a los grados, sino también el resto. Deben exigirse cuentas a una institución que ha defendido como nadie la reforma de Bolonia. Organizarse y pelear por el hecho de que se mejoren las infraestructuras para que sean capaz de ofrecer un espacio para un formación lo más digna posible es tarea hoy en día para los miembros tanto más activos como menos activos de las facultades, sean de la Universidad que sean, ya que esto va a permitir, como tantas y tantas pequeñas y no tan pequeñas luchas, desplegar un espacio en el que debatir, hablar... en fin, desarrollar una conciencia crítica sobre la base de la autoorganización y la mejora de los derechos e intereses cotidianos de nostr@s, estudiantes, como colectivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario