sábado, 9 de octubre de 2010

La enésima mentira: la "Filosofía de Bolonia" y la masificación en las aulas.


El Plan Bolonia, el E.E.E.S...palabras que solamente asaltaron los medios durante unos meses en la segunda mitad del curso pasado, mientras fueron patrimonio del movimiento contra su misma implantación en los años anteriores. Y cuando se hicieron con un hueco en la agenda del día a día, lo fue para que la oposición fuera desacreditada mientras se tranquilizaba al resto de la sociedad con un sí a la reforma sin que ningún argumento lo sustentara. Como decía un compañero, se parecía bastante a la campaña por la Constitución Europea, en la que una bebida energética sustituyó una exposición concienzuda de la verdadera entidad que suponía la misma constitución.

Y con ese "Sí" no hubo más explicaciones que la defensa a ultranza de la denominada como filosofía de "Bolonia", el aparataje discursivo que enmascaraba una reforma con intenciones algo más oscuras: Movilidad, Flexibilidad, aprender a aprender...vocablos que asoman en casi todos los textos, pero que tras los que podremos ahondar, quizá en otro momento, en los principios mismos del momento que nos ocupa.

La adaptación al E.E.E.S supondría jugosas mejoras para la formación del alumnado, con un nuevo modelo que sustituiría al, sin duda desfasado sistema de Clases Magistrales y exámenes cuatrimestrales, que se basaría en una enseñanza dinámica, participativa, en la que se reducirían las horas lectivas y el trabajo del alumno pasaría a ocupar el primer puesto. En este viaje la ratio profesor alumno se reduciría de manera que fuese factible el desarrollo de dicho tipo de enseñanza.

Esta medida sería bastante arriesgada: requeríria que se contratasen a más personal tanto del PDI como de P.A.S, a la misma vez que las aulas universitarias tendrían que ser reformadas para albergar entre sus muros los nuevos aires que traía la pedagogía. Y ello sin entrar en el sinnúmero de pormenores que la materialización de esta política educativa iría presentando.

No obstante, lo que planteamos contrasta bastante con el panorama actual: ni se han contratado a un mayor número de profesionales ni se va a mantener el número, amenazándose con una reducción del funcionariado. Así mismo, las aulas siguen en su mismo sitio, con unos pupitres atornillados a un suelo mientras se enfrentan a la tarima que eleva al profesor, no solamente por cuestiones prácticas, sobre el resto del alumnado.

Obviamente la casuística puede ser muy variada. Desde mi punto de vista más subjetivo posible, me refiero a la Universidad de Granada, una de las que cuentan con mayor prestigio tanto dentro como fuera de este país. En ella siguen clases abarrotadas (en algunas titulaciones incluso más que antes), en las que la filosofía de Bolonia no va más que a materializarse en su cara más salvaje.

La Facultad de Filosofía y Letras es uno de los ejemplos más claros. Intacta a pesar de los años y de las recientes reformas, la formación personalizada no es más que una quimera. Y de momento, no parece que las cosas vayan a cambiar en los próximos años.

Ante esto el estudiantado tendrá que pedir explicaciones. No solamente los nuevos alumnos, adscritos a los grados, sino también el resto. Deben exigirse cuentas a una institución que ha defendido como nadie la reforma de Bolonia. Organizarse y pelear por el hecho de que se mejoren las infraestructuras para que sean capaz de ofrecer un espacio para un formación lo más digna posible es tarea hoy en día para los miembros tanto más activos como menos activos de las facultades, sean de la Universidad que sean, ya que esto va a permitir, como tantas y tantas pequeñas y no tan pequeñas luchas, desplegar un espacio en el que debatir, hablar... en fin, desarrollar una conciencia crítica sobre la base de la autoorganización y la mejora de los derechos e intereses cotidianos de nostr@s, estudiantes, como colectivo.

miércoles, 23 de junio de 2010

Los Partidos Revolucionarios, las Direcciones, y la importancia de saber gestionar las diferencias...

"La cuestión de la selección del personal directivo reviste una importancia excepcional para los partidos de la Europa Occidental. Así lo enseña, entre otras, la experiencia de la quiebra de Octubre de 1923 en Alemania. Pero ha de efectuarse tal selección con arreglo al principio de la acción revolucionaria..."(1)

Esto escribía Trotski hacia el año de 1924, bajo el epígrafe De los Soviets y del partido en la revolución proletaria, intentando diseccionar la imperiosa necesidad de que los partidos comunistas sean bolchevizados, lo cual quiere decir "educarlos y seleccionar en su seno un personal directivo, de modo que no flaqueen al venir el momento de su Revolución de Octubre" (2)

El autor situaba dicho fundamento en base a la actitud de direcciones no dispuestas en contra de la insurreción, convirtiéndose en freno efectivo de la toma del poder por parte de las masas en una intersección ya madura. No obstante, en este momento ni nos encontramos ante la inefable tarea de la insurreción ni se nos vierte la sustanciosa obligación de tomar el poder: más bien nos encontramos ante la dialéctica muy agudizada entre las condiciones objetivas de ésto y las condiciones subjetivas de un proletariado falto de conciencia y huérfano de proyectos, pródigo a derrotas y escarmientos.

No, en este momento la situación estriba en la conformación de organizaciones políticas de amplio calado, desde grupos revolucionarios con un proyecto, un programa y una cultura militante que se imbriquen en lo movimientos sociales y desde lo que se tejan e hilvanen espacios a la izquierda de la izquierda gestionaria de claro contenido heterogéneo y amplitud de fronteras. No obstante, la selección del personal de dirección no deja por ello de tener importancia. Al contrario, el papel político que juega dicha herramienta en la conformación de una organización revolucionaria es de primer orden. Y si asumimos esto como una realidad, entonces deberemos aceptar una cosa: en en el contexto en el que nos encontramos, que se sitúa en la dialéctica entre una larga tradición de lucha política y sindical, y la experiencia de una generación joven de militantes y activistas, nacidos al calor de las luchas antiglobalización y provistos de novedos proyectos, las direcciones han de constituirse como los máximos protectores de la conformación de estas organizaciones.

Una de las bases de cualquier partido revolucionario es la existencia de diferencias y, sobretodo, la estructuración de la acción política en base a la elaboración colectiva y el debate concienzudo. Sin estas las organizaciones pierden su razón de ser para convertirse en monolitos homogéneos y a menudo rígidos en su quehacer revolucionario (que deja de serlo de manera indirectamente proporcional a la burocratización de los órganos de dirección). Las divergencias enriquecen proyectos, testimonian vitalidad y aportan dinamismo: en fin, son el muelle de la elaboración hacia la transformación de la sociedad.

Sin embargo, la constitución de direcciones que ahoguen las diferencias es el acta de defunción de cualquier proyecto revolucionario, primo hermano de la burocratización del partido: aislamiento de la disidencia y de los disidentes, estrechamiento del cerco hacia estos, acusaciones de fraccionalistas o servidores a causas superiores...actitudes y argumentos se construyen para destruir la razón de ser de una organización revolucionaria. Y, cuando las direcciones se alzan sobre las bases, cuando las diferencias se traducen en delitos, desconfianza o traiciones, entonces el proyecto revolucionario habrá muerto. Y, en la situación en la que estamos, habrá muerto antes de empezar.


1. TROTSKY, L. "De los Soviets y del Partido en la revolución proletaria", en PASTOR, J. (Ed) Antología. Defensa de la Revolución, 2009, Madrid, pp. 62-63.

2. Ibidem, pág. 64.

martes, 22 de junio de 2010

El movimiento estudiantil en el momento que nos ocupa...

La derrota del movimiento estudiantil surgido al calor de la lucha contra la implantación del E.E.E.S, bajo el lema de "No a Bolonia", ha marcado un año de bajo tono en cuanto a las movilizaciones en Universidades y, por supuesto, institutos. Dicha derrota fue consecuencia de la incapacidad del movimiento para superar tanto sus propios límites, los cuáles le son prácticamente endémicos (ciclos flujo-reflujo, la temporalidad de la situación de estudiante como sujeto activo, etcétera), como los que le han negado en los últimos años un papel mucho más destacado y claro en la ardua pelea contra la implantación del citado Plan Bolonia. Franquear dichos límites pasaba por tres tareas: En primer lugar, articular un discurso amplio de mínimos y máximos que le permitiesen conectar con el estudiantado más allá de la vanguardia de éste y de los elementos más concienzados que se veían en asambleas y organizaciones; en segunda lugar, hilvanar una respuesta que superase los márgenes de la propia Universidad, es decir, generar una lucha que incluyese también a las enseñanzas medias; en tercer lugar, construir una estructura de encuentro, debate y toma de decisiones tanto a nivel local como regional y estatal, única manera de golpear de una única forma y en un mismo sentido.

Las minoritarias asambleas que se formaron, cuya génesis radicaba en esa vanguardia concienzada y, por tanto, plenamente convencida, ni pudieron ni supieron romper dichas trabas, perdiéndose en amplios debates internos en el que se enfrentaban doctrinas y grupos organizados, así como huérfanas de una coordinación estatal y de un programa de mínimos y máximos claro, reflejado en una tabla reivinidicativa y un agenda de lucha que emanara de la propia coordinación. Por supuesto, a los problemas de organización y dirección del movimiento estudiantil, habría que añadir la campaña de deslegitimación costeada desde los medios y los despachos universitarios, así como el grandísimo vacío de conciencia y sentimiento de derrota en el seno de la Universidad española.

Todo ello nos ha conducido este año a un panorama desolador, en el que la situación de reflujo adquiere un perfil aún más agudo, que ha obligado a reflexionar sobre las tareas durante este año, las cuales pasaban, en primer lugar, por la construcción de organizaciones de corte sindical y permanentes, estructuras de acumulación de fuerzas que permitan amortiguar lo límites endémicos del propio movimiento estudiantil y que, por lo tanto, se alcen como espacios de confluencia, de trasvase de experiencias y de reflexión colectiva para responder en cada momento a las exigencias del guión que escribe concienzudamente la realidad. Se hayan o no materializado estos "sindicatos" estudiantiles, lo cierto es que el escaso tono de movilización se ha basado en grupos organizados de personas tremendamente concienzadas y, por lo tanto, maduras para pasar de ser asambleas (termino en muchos casos convertido en Fetiche de ciertos elementos de la Izquierda) ha realizar una acción política en defensa de los derechos e intereses del estudiantado, así como en la búsqueda de las condiciones de este colectivo: es decir, para convertirse en los tan denostados sindicatos.

Sería complicado accionar aquí un diagnóstico general del Estado Español, ya que el panorama en cuanto al nivel de organización del estudiantado es diferentes, así como también la tradición de dichas organizaciones y el nivel de implantación en las Universidades e Instituso. El debate sobre qué construir o qué no construir en base a lo que ya existe se nos escapa en este momento por no ser objetivo de estas líneas, aunque queda en el tintero para próximas entregas.

Como decimos, las movilizaciones este año han sido mínimas, con luchas muy particulares y locales y un sentimiento generalizado de derrota e impotencia. Sin embargo, durante los próximos cursos se implementará el E.E.E.S de la teoría a la práctica, siendo patentes las contradicciones que generará y que, en parte, han dado pie a reivindicaciones locales para este curso (Artículo 27 en Sevilla, Máster de Educacion, etcétera) y, por lo tanto, abriendo el camino a que los elementos más organizados de las Universidades puedean reagruparse en torno a consignas que se sitúen entre el análisis crítico heredado de la lucha contra la L.O.U o Bolonia, y las dispares situaciones locales que se planteen. Además, elementos como la Ley de Financiación o el famoso Documento de Gobernanza vuelven a situar al movimiento estudiantil ante un panorama estatal, sin que, por supuesto, deba obviarse lo local: más bien han de situarse ambos niveles en plano de igualdad, según la propia relación dialéctica que los arrastra.

Debido a no haberse situado la superación de los citados límites en la palestra, de nuevo tendrá que comenzarse a rearmar el movimiento, con el peligro de que para cuando tenga una cierta entidad organizativa deba rendirse ante la fuerza de los hechos, con la salvedad que desde mediados de esta década aun se mantiene una misma generación y que, por otro lado, se han creado ciertas organizaciones que actúan como palancas entre los distintos tiempos del propio activismo estudiantil.

Y, en otro nivel, se dibuja en escenario interesante que coincide con el momento de crisis crónica en el que nos encontramos, como una más de las "burbujas" que han estallado en la Onda larga de recesión que puede situarse alrededor de los años 70: con el aumento de la conflictividad social y la apertura de un espacio de lucha política para la izquierda transformadora, el movimiento estudiantil puede jugar el papel de vanguardia táctica, de sujeto que permita obtener mejoras en las condiciones del estudiantado durante períodos de pelea especialmente radicalizados, así como de elemento activo que ocupe de manera coyuntural el ámbito político y que se convierta en un eje mediante el cual se canalicen reivindicaciones de caracter político y social. En este escenario el movimiento tendrá una tarea fundamental a sumar a las anteriores: tejer redes que subrayen la necesidad de superar el marco de la Universidad y de las reivindicacion meramente académicas y acudir al encuentro de las agitaciones obreras y los movimientos sociales, como forma de evitar un aislamiento probable y asegurar la conquista de reformas de manera rápida y en un contexto de radicalización pronunciada, sin por ello intentar sustituir el papel de la clase trabajadora como sujeto de cambio: más bien es la unidad de sujeto a sujeto ante el estudiante-futuro trabajo precario (debido a las reformas neoliberales que suponen una revisión de los saberes tradicionales y una alienación del tiempo social del estudiante) y el trabajador ya precario.

En resumen, en los próximos años el movimiento estudiantil ha de rearmarse para no desarmarse nunca más. Por un lado construir estructuras de acumulación de fuerzas que amortiguen el carácter cíclico y discontinuo de las protestas estudiantiles, así como la naturaleza transitoria del estudiante y que, por supuesto, respeten la autoorganización del movimiento mediante espacios asamblearios; Por otro, autoorganizarse en torno a reivindicaciones concretas, las cuales dimanen de la propia Universidad pero la franqueen como espacio cerrado, bajo la tutela de una tabla que refleje dicha reivindicaciones y canalizado a través de una coordinación tácita que lo convierta en una sóla voz: homogéneo en la pelea, heterogéneo en el debate; uno en el golpeo, múltiple cuando golpea.




domingo, 20 de junio de 2010

Contra el sectarismo...


La convocatoria de Huelga General venía siendo una de las grandes reivindicaciones de las fuerzas políticas y los movimientos sociales a la izquierda de la izquierda gestionaria: el 29 de Septiembre se alza como la fecha elegida por aquell@s que tanto han tardado y que de seguro no lo han hecho por convencimiento propio para llamar a la movilización. Que sea efectiva o no depende sólamente de nosotr@s.

No obstante, durante todos estos meses, por no decir años, ha ido creciendo un descontento general entre much@s trabajadores, tanto activos como no activos en la lucha política y sindical, dirigido hacia los denominados como sindicatos mayoritarios, sin duda alguna no falto de razones, fruto de una estrategia sindical errónea (1) y actitudes políticas que primaban el pacto social a los derechos e intereses de la clase trabajadora. Junto a estas críticas, han nacido organizaciones sindicales y políticas con programas progresistas y de ruptura con el sistema en el que vivimos, dotados de amplia conflictividad y de grandes dosis de democracia interna.

Sin embargo, en el seno de estas actitudes críticas y de estas fórmulas organizativas al margen de las burocratizadas estructuras verticales de CC.OO y UGT, también se han desarrollado posturas sectarias que han faltado de forma flagrante a una realidad: la necesidad de saber separar las decisiones de las direcciones de las bases afiliadas a estas organizaciones.

Esta total e intencionada falta de profundidad en el análisis de la situación de la clase trabajadora en cuanto a la participación política se ha materializado en convocatorias alternativas que pretendían competir con las de esos sindicatos mayoritarios y que se llenaban de consignas que difícilmente podrían concienciar a sus afiliados o simpatizantes sobre la necesidad de otro sindicalismo.

La Huelga del 29 de Septiembre quizás sea una nueva oportunidad para debatir el por qué ha de darse un espacio de confluencia entre tod@s aquell@s que pelean por lo mismo. Un espacio que sea capaz de aglutinar a los diversos sectores, independientemente de la marca a la que pertenezcan, sin sectarismos, reproches o desconfianza, como si la categoría de trabajador o sindicalista pudiese establecerse en base a las siglas de afiliado que constarán en su carnet de activista. No, la situación es mucho más compleja, y tan trabajador es un afiliado a UGT como a CGT o S.A.T.

De todas formas, nada nuevo bajo el sol. En 1938, León Trotsky escribía, en su Programa de Transición, como "Bajo la influencia de la traición y de la degeneración de las organizaciones históricas del proletariado, en la periferia de la IV Internacional han nacido o han degenerado grupos y formaciones sectarias de diferentes géneros. En su base estos núcleos se niegan a luchar por los intereses y las necesidades elementales de las masas, tal como ellas son. La preparación de la revolución significa para los sectarios convencerse a sí mismos de las ventajas del socialismo. Proponen volver la espalda a los viejos sindicatos, esto es, a decenas de millones de obreros.", y bastan estas palabras para resumir de que estamos hablando.

El debate, por tanto, no se encuentra en por qué estar en un lado o en otro, sino en como conectar las luchas, federar la acción cada cual dónde se encuentre, que será desde donde pueda trabajar y en la posición de logre enlazar con el máximo número de compañeras y compañeros de trabajo o de militancia. Es decir, avanzar en la imperiosa necesidad de pelear por los intereses y necesidades elementales de las masas y no sólo estar junto a los elementos más concienzados de éstas, en intersecciones colectivas donde el convencimiento de otro mundo ya está logrado. Y, si no avanzamos en la conformación de un frente de lucha único, sindical, la batalla estará perdida de antemano.




1. Errónea puede ser un eufemismo para referirnos a una estrategia consistente en anteponer el pacto social, es decir, la constricción cada vez más flagrante de los derechos de la clase trabajadora a cambio de mayores márgenes de beneficios para los propietarios, banqueros y políticos de turno, a una verdadera estrategia en defensa de los derechos e intereses de la mano de obra empleada o desempleada.

La Huelga General y la conquista del derecho a tener conciencia...


Por fina llega la tan esperada Huelga, a la que se ha hecho esperar con un dilatado impass impregnado de esa lucha de clases desde arriba y a la que ni las burocracias mas enraizadas ni los trepas mejor posicionados han podido detener: no obstante, aún está todo por hacer.

Una lectura a vista de pájaro de la realidad que atañe a la clase trabajadora, un pequeño viaje de la mano del paro, la explotación, la miseria y la tremebunda hipocresia que vende el sistema en el que vivimos nos deja un ponorama sórdido, intoxicado, con una desconciencia de clase alimentada por las retahilas del sistema y un cruce de posiciones, de opiniones, una bateria de sentimientos, aspiraciones y descontentos ante el ente de la Política. Pero, a pesar de ello, las contradicciones del sistema no pueden esconderse más, por mucho que quieran esos que, a la misma vez que niegan la lucha de clases, se saben respaldados por la realidad de estar ganándola (1). Y ante eso, se nos dibuja un escenario mucho mas complejo, pero algo menos sombrío, una cuesta arriba un poco menos pronunciada: sin duda alguna, seremos testigos de un aumento de la conflictividad social, que mostrará la contradicción entre la deseperanza de la desconcienzada clase trabajadora y el crecimiento de dicha conciencia.

Dicho escenario nos recordará al Mito de la Caverna en su versión más platónica, con la ceguera de quien lleva años viendo las sombras de una realidad que no existe más que en la propaganda del más puro estilo goebbeliano: y ojalá que dicha ceguera dure el tiempo justo para poder cerrar la puerta de la caverna y no dar oportunidad a sus máximos gendarmes para que construyan una aún más grande.

Como decimos, se nos presenta una oportunidad importantísima, campo complejo que abonar y sobre el que trabajar, pues todo está por hacer: la huelga está por construir.

Es necesario que rompamos con estereotipos y prejucios, algunos no falto de una razón histórica, y que recuperemos las herramientas de la clase trabajadora, los espacios de organización y las fórmulas de resistencia y avance. Y para comenzar ese largo camino no desprovisto de baches aún tenemos todo un verano que, para los tiempos que nos marca nuestra realidad política es poco, pero al menos es algo. Es el momento para tod@s aquell@s que criticaban las huelgas sectoriales y que utilizaban la actitud expectante de las direcciones de los sindicatos "mayoritarios" para poder excusarse ante la solidaridad y la pelea requerida por el momento en el que nos encontramos se pongan a caminar hacia el lema que ha vertebrado a los movimientos sociales en los últimos meses. Ahora tocar mover ficha y pelear por una Huelga General de verdad, que paralice el sistema productivo, el país, y el resto de estados en los que está convocada, porque no lo olvidemos, es una Huelga General convocada en países como Francia o Italia.

Esta tarea, huelga decir, ni será sencilla y puede que poco gratificante. Desde nuestros centros de trabajo hasta nuestros barrios, tendremos que polemizar, debatir, contestar y, sobretodo, defender, el por qué de la pelea, la lucha, y la necesidad de que se movilice una clase trabajadora adormecida para sí pero más explotada que nunca en sí. Si esta tarea se realiza, se lleva cabo, entonces la Huelga ya será un exito. Y no lo será por el resultado estadístico que se publiquen en gráficas en días posteriores al 29 de septiembre, sino porque las posiciones críticas con esta maquinaria insulsa e ineficiente pero tremendamente sólida llamada capitalismo habrán salido reforzadas, ya que el sujeto de cambio, es decir, los trabajadores y trabajadoras habrán caminado hacia la toma de conciencia de quién debe entender que las cosas no sólo pueden cambiarse, sino que deben ser cambiadas.



1. Warren Buffet, considerado el tercer hombre más rico del mundo por Forbes, no duda en reconocer que "Hay lucha de clases, sin duda, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando"

miércoles, 16 de junio de 2010

"Individuas de Dudosa Moral. La Represión de las mujeres en Andalucía (1936-1958)"

Tras la lectura de esta obra de obligada referencia para tod@s aquell@s interesados tanto en la Historia de la Guerra Civil y el primer franquismo como en las avatares políticos de la enmacipación de la mujer, me pareció interesante hacer unas reflexiones sobre ella, amen que intentar realizar una reseña sobre ésta.

El 1 de abril de 1939 terminaba la Guerra Civil Española, aunque no con ello la represión y la imposición por parte de los vencedores. Persecuciones, detenciones, vejaciones, marginación social y represión económica eran herramientas que permitían a los vencedores la imposición de todo un sistema social que negaba la conflictividad social y establecía un régimen de coacción donde se reproducía un discurso moral auspiciado por la Iglesia que además mantenía incuestionable una sociedad desigual y llena de privilegios conservados en el tiempo.

La represión se hizo virulenta sobre los vencidos, habiendo o no tomado parte activa en la defensa de la II República, desarrollando el Régimen Franquista tanto durante la contienda civil como en la posguerra la idea de destrucción física del enemigo, así como la deconstrucción del discurso ciertamente progresista que se había desarrollado al amparo de la República, incluidos los elaborados por elementos políticos contrarios a ésta. Y dicha procesos de destrucción y reconstrucción se hizo extensivo a todos los sujetos sociales.

No obstante, muchos de esos sujetos sociales han sido a menudo olvidados o maltratados por la Historiografía en general, sin olvidar excepciones importantes. Una producción historiográfica que a menudo ha tratado de forma simplista y superficial la Guerra Civil Española incluso en mucho de lo que se ha escrito contra el Régimen Franquista, y que, afortunadamente, viene siendo contestada por grandes trabajos de investigación que ahondan en la problemática de la contienda de forma seria y atendiendo a toda clase de fuentes.

La obra de Pura Sánchez, Individuas de dudosa moral. La represión de las mujeres en Andalucía (1936-1958), es uno de los ejemplos de acercamiento a la Guerra Civil desde diferentes perspectivas con hipótesis de trabajo claras y una labor de reflexión y confrontación de los datos obtenidos.

La autora penetra en uno de los aspectos olvidados en el tratamiento tanto de la Guerra como de la Posguerra, es decir, el papel de la mujer vencida y la represión llevada a cabo contra ésta. La obra, de gran calidad y rigor histórico, va tejiendo, desde los primeros capítulos, toda una imagen que punto a punto nos dibuja dicha represión a todos los niveles.



Podríamos dividir la obra en tres partes: la primera, que abarcaría los capítulos 1 y 2, en la que P. Sánchez plantea tanto el armazón teórico desde el que parte, mostrándolo en forma de reflexión sobre dos conceptos, el de memoria histórica y el de feminismo, aplicado a la historia, como las fuentes en las que basa su trabajo, que se centran sobretodo en los archivos del Tribunal Militar Territorial 2 de Sevilla; una segunda parte iría desde el Capítulo 3 hasta el número 5, en el que se presenta el perfil de las mujeres represaliadas, el qué y el por qué de dicha represión, y las herramientas desplegadas por el Estado franquista para llevar a cabo dicha labor; Por último tendríamos una tercera parte circunscrita al capítulo 6, donde hace un recorrido por las estrategias de resistencia a las que dichas mujeres acuden para hacer frente a la violencia de todo tipo a la que son expuestas como vencidas y como mujeres.

Las mujeres fueron un amplio objetivo de represión, a pesar de que las cifras arrojen datos cauntitativamente menores en los archivos que en los juicios llevados a cabo contra los hombres. Y dicha represión, para la autora, tuvo dos períodos bien diferenciados: una etapa que abarcaría desde 1939 hasta 1949, y otra que iría desde 1949 hasta 1958.

La primera de estas se caracterizó por que la represión hacia la mujer partía desde una visión patriarcal de la sociedad. Es decir, la violencia desplegada conllevaba definir a las mujeres vencidas como no-mujeres, un perfil que era contrario al ideal de la mujer que irradiaba desde las clases altas y desde el discurso eclesiástico. De esta forma, mientras que los hombres eran castigados por una traición, la mujer era reprimida por transgresdir sus límites como sexo inferior en la sociedad ideal de los vencedores.

La segunda etapa, aunque mantenía reminiscencias de lo dicho anteriormente, se planteaba como una persecución que mantuviese el Régimen estable y que no cuestionase el orden establecido. Además de esto, observamos que cada ambos estadios responden a fechas muy diferentes en todos los sentidos, lo cual puede ayudarnos a entender bien todos las transformaciones que se producen en materia represiva.

El perfil de la mujer represaliada es de mujeres sin instrucción, casadas o viudas, de entre 20 y 40 años. Y dichos datos solían coincidir con mujeres de la clase obrera, a menudo con parientes que habían sido juzgados o perseguidos, casi siempre relacionadas con entornos de miseria. Además, el sector laboral que se les atribuía en los archivos era el de sus labores, concepto amplio y definitorio de la mujer. En la segunda etapa las características de estas mujeres serán dispares, teniendo a menudo instrucción y una profesión concreta, y dándose un cambio en el lenguaje hacia la utilización de términos jurídicos en apariencia más neutrales, tales como encausadas, acusadas o encartadas.

A estas mujeres primero se las juzgó bajo la causa de delito “rebelión” o “ayuda a la rebelión” en el primer periodo, encontrándonos en el segundo con casos de “injurias y ofensas verbales contra la Guardia Civil”. La geografía estaba clara, primero en las zonas que iban siendo “liberadas”; después sin una adscripción determinada.

Por tanto mujeres cuyo perfil era definido de forma muy concreta. Pero, ¿por qué eran juzgadas?

Según P. Sánchez, y estamos totalmente de acuerdo, las causas contra las mujeres eran diferentes a las que se llevaban a cabo con los hombres. Las mujeres eran castigadas por transgredir su propio papel de mujer a imagen del pensamiento burgués.

En primer lugar la transgresión era política y social, es decir, las sujetas o individuas daban el salto desde los privado hasta lo público, se comportaban como “hombres”, traspasaban los propios límites que el entorno doméstico y el discurso patriarcal imponían. La mujer roja era la no mujer10, y dicha transgresión debía ser reprimida11.

De otra forma, observamos una transgresión moral, pues la mujer rompía con el discurso moral burgués y cristiano, reproducido y monopolizado por la Iglesia: la mujer debía ser silenciosa, una mujer de su casa, creyente y ferviente católica, que guardara los cultos y las formas, huyendo de los vicios y el “sexo desmedido” que la corrupta y corrompida II República había intentado imponer a las personas de orden.

Contra esto, las mujeres roja, vencidas, eran mujeres de dudosa moral, sujetas o individuas, cuya utilización intentaba deshumanizar a las encausadas, desprovistas de cualquier atributo moral o ético, “rabiosas marxistas y de instintos salvajes”. Se daba, por tanto, una contraposición entre las señoras y señoritas frente a estas sujetas o individuas.

Y esta forma de proceder fue mutando hasta los años 50, donde se observa, grandes cambios: no sólo en el perfil de las juzgadas, sino también en lo considerado causa de delito, pues se acuden a actitudes económicas (estraperlo, pastoreo en zonas prohibidas, etcétera), las cuales se relacionan con ámbitos de pobreza y marginación social. En estos casos a menudo se dan encontronazos entre las mujeres y las autoridades, siempre la Guardia Civil, lo que pone en marcha todo el proceso judicial. Pero, si en la primera etapa los informes que se remitían al Juez por parte de alcaldes, mandos locales de Falange y el comandante de la Guardia Civil solían coincidir, en este momento dichos escritos difieren, lo que posibilita que muchos casos sean sobreseídos por no encontrarse “pruebas suficientes”.

El Juicio, como vemos, era una de las herramientas de las que el Estado se servía. Durante gran parte del Régimen franquista la Jurisdicción Militar tuvo preponderancia sobre cualquier procedimiento civil. Estos juzgados militares eran entendidos como una forma de represión, una manera de continuar la guerra.

La manera de proceder era la misma para ambos sexos, aunque no la consideración de estos: el testimonio de un hombre era superior al de una mujer, excepto si esta era propietaria; así mismo, en los casos en que era una mujer la que acusaba a otra, se vaciaba de todo contenido político o real las vistas, entendiéndose que no eran más que “peleas vecinales” entre mujeres. Por tanto, partimos de una desigualdad tanto en los hechos constitutivos de delito como en los objetivos generales de la represión.

La denuncia de la Guardia Civil, a instancias o no de las quejas o reclamaciones de algún vecino, ponía en marcha todo el engranaje judicial: el juez instructor tomaba declaración de los denunciantes y los testigos de cargo, pues pocas veces existían testimonios de descargo. Junto a esto se acudían a los informes de conducta del Comandante de la Guardia Civil, el alcalde y el alto mando de Falange a los que antes hicimos referencia, los cuales jugaban un papel decisivo. Las vistas orales se celebraban tras ser elaborado el Auto de Procesamiento y, en un principio, el Auto Resumen.

La sentencia solía estar emitida de antemano, entendiendo los juicios como mero protocolo que dotara de una mínima legalidad a la represión llevada a cabo. Y dichas condenas comenzaban con el propio arresto, debido a las vejaciones, golpes y maltratos que se realizaban en los cuarteles de la Guardia Civil.

Además de los Juicios como elemento activo en la represión, y junto a estos, se daba toda una práctica discursiva destinada tanto a legitimar el status quo como a marginar aquellos elementos sociales contrarios, críticos o simplemente diferentes. El lenguaje utilizado de forma consciente era de por sí un castigo a los y las vencidas.

Esto se observaba en la calificación de la Guerra Civil como Glorioso Alzamiento Nacional, Guerra de Liberación, o hablar de esos tres años como los años triunfales. Así mismo el sufijo -isimo daba a Franco una importancia casi sobre humana, mientras se le relacionaba con la Santa Cruzada, con lo que la Iglesia y, por tanto, el catolicismo, tenía bando ya de antemano, introduciendo esa contradicción en los católicos que o bien no tuviesen idea definida o bien fuesen leales a la República.

Estos mismos recurso del lenguaje que consistían en unir conceptos positivos a una idea que quería legitimarse como tal se utilizaban para la represión en general, y para esta enfocada hacia las mujeres en particular, aunque en ese caso se unían conceptos negativos. Podemos observar cual era la cadena: a Sujeta o Individua, se unían adjetivos simples (delenguada), atribuciones políticas (roja) y concepciones morales (amancebada). El ejemplo quedaría así:
Sujeta + Desleneguada + Roja + Amancebada

Parece estar muy claro el encadenamiento de conceptos que emitían una imagen negativa de la no mujer que había transgredido su papel y era juzgada por ello. Y de nuevo podemos ver que en ningún momento a los hombres encausados se les cuestionaría mediante adjetivos morales o no políticos: ellos habían ejercido su papel, aunque en el bando equivocado.

A parte de una violencia verbal existía un discurso no verbal, de “metáforas” de distinta índole: castigos ejemplares, como los rapados y la obligación de ingerir aceite de ricino, para ser luego paseadas encima de burros por el pueblo acompañadas de bandas de música, mientras el aceite provocaba una incontinencia que hacía aun más humillante la escena. La violencia sexual, ejercida ampliamente tanto en tiempo de guerra como de paz. La marginación social constante, acompañada de golpes y maltratos que, en la segunda etapa antes demarcada, las mujeres se atreverán a denunciar, etcétera.

A pesar de los castigos,y como consecuencia de estos, las vencidas desarrollaron estrategias de resistencia, redes de solidaridad que se sustentaban en seres cercanos y en una cooperación de todas aquellas que corrían una suerte parecida. Dichas mujeres a menudo habían quedado viudas por la contienda y a cargo de familiar, por lo que tenían que trabajar aun más para mantenerla. Esto obligaba a un gran esfuerzo que ha menudo chocaba con el Estado y sus leyes de desarrollo económico. Dichas redes actuaron de diferentes formas: desde ayudas a las partidas de maquis que poblaban las sierras, con ese papel importantísimo de “guerrilleros del llano” que jugaban las mujeres, hasta cooperación entre mujeres en cuanto al cuidado de los niños, los alimentos o un apoyo mutuo en las cárceles de mujeres. Dichas estrategias ayudaron a mantener una resistencia y una identidad en tiempos complejos donde estas mujeres tuvieron que callar, aunque no por ello dejar de existir como tal.

En conclusión, las mujeres fueron juzgadas y reprimidas no solo por sus actitudes políticas, sino también por traspasar el papel que tenían como mujeres en la sociedad patriarcal que venía a redefinirse y a asentarse una vez más. Incluso a las encausadas se las juzgaba desde dicha óptica: su papel en la rebelión debería ser subalterno, alentando a los hombres desde su “maldad inherente” a que llevaran a cabo toda clase de tropelías. Y dicho papel subalterno era fruto de una desviación desde el papel atribuido, que debería ser corregida.

Y, aunque juzgadas, eran entendidas poco menos que como menores de edad, dadas a toda clase de desviaciones morales y “riñas vecinales”, pues la mujer no era un sujeto político, sino un sujeto moral y por lo tanto cristiano que, al comportarse de forma distinta, se había confundido, había sido confundida, lo que se unía a esa maldad inherente que hemos señalado. Temas como la prostitución eran juzgados sin atender a las raíces de dicho comportamiento social: es decir, desde una lectura moral y no material. En resumen, la sociedad patriarcal se reprodujo hasta en los juicios contra las mujeres que de una u otra forma, consciente o insconciente, activa o pasiva, habían cuestionado las bases de dicha sociedad que, “coincidía” con una estructura social desigual donde se una minoría mantenía toda una serie de privilegios a costa de una mayoría oprimida. Y en ese juego la mujer vivía a menudo una doble opresión, la económica, y la de género. Y ante esto, habría que reflexionar sobre cual era la posición de la mujer de los vencidos, esas señoritas o señoras, aunque no es este el espacio para ello.






Precariedad se escribe con Z

Por si quedaba alguna duda, Zapatero se reafirma en su posición de garante de las grandes fortunas y adalid de los designios del FMI, haciendo recaer las responsabilidades, cargas y las peores consecuencias de la crisis sobre aquellos que han sido más castigados por ésta: la clase trabajadora.

Y es que el presidente de este gobierno "socialista" ha representado el principal garante de que los embites neoliberales se implementen con éxito, mientras estos desmantelan paulatinamente un Estado del Bienestar imperfecto de por sí: el proceso de Bolonia,la permisividad con la destrucción del servicio público de salud, la ley sobre inmigración... no obstante, nada como unos buenos decretos sobre el mercado laboral para cubrirse de gloria ante sus amigos del FMI o el BCE.

La situación en el Estado Español cada día es más abrupta, con una tasa de paro que se acerca a los 5 millones de personas, mientras la economía sumergida fagocita cualquier tipo de derecho ganado por la clase trabajadora con más sudor y sangre que con otra cosa. Y lo que es peor, esta situación no tiene visos de mejora, sino que cada vez se muestra más como una oportunidad del gran capital para desenroscar las ya de por sí escasas garantías sociales y salir un poco más victoriosos de una contienda que aun está por llegar.

Y es que la crisis es un lujo para el capital: éste no las teme porque sabe que van aparejadas irremediablemente al sistema en el que vivimos. Y no las teme porque, como si de un árbol se tratase, es en estos momentos cuando las ramas podridas se podan, permitiéndose solamente los vástagos más fuertes y vigorosos, los discípulos más aventajados del maestro capital.Es más, la crisis es la verdadera "tierra de las oportunidades" mediante la que se operan los más bruscos cambios en un tiempo record, bajo los argumentos de "que es necesario", "todos debemos abrocharnos el cinturón" y bla bla bla.

El gobierno ha estado bastante ocupado durante estos años: primero tuvo que hacer la gestión para dar dinero de las arcas públicas a los bancos, sin que esto haya servido para nada más que elevar algunas fortunas y tranquilizar a los directores de obra de la Unión Europea y el panorama internacional; luego, ha tenido que ir capeando el temporal como mejor ha sabido, es decir, hablando mucho para no decir nada; y en los últimos meses, Moncloa ha impulsado los mayores recortes laborales de este maltrecho sistema: el tijeretazo y la tan manida reforma laboral.

Ambos son hijos de la misma madre, si no gemelos. Con ellos el gobierno decreta sobre un mercado laboral con menos garantías, más flexible y, por tanto, más precario. La reducción de salarios que ha supuesto el primero, presentado como un "mal necesario" pero justificado ante la opinión pública, ya que eran los "funcionarios" el blanco de los recortes, se acompaña de un mercado laboral ahora más feroz aun que el anterior. Como siempre, el derecho pierde la carrera a la realidad, no pudiendo más que decretar sobre lo que ya existe: el abuso, la explotación, la alienación.

De esta forma,el supuesto gobierno socialista construye el mayor avance de las reformas neoliberales conocidas nunca en el Estado Español, mientras la clase trabajadora se ve cada vez con menos derechos y con menos oportunidades. Y esto no es coyuntural, ni responde a un programa de actuación de urgencia, sino que es el pan de cada día de un sistema que se basa en la obtención del mayor beneficio en el menor tiempo posible, y para eso el Neoliberalismo aporta más que herramientas suficientes: menores salarios, más explotación, más precariedad, menores garantías sociales.

Digamos simplemente que a día de hoy, precariedad se escribe con Z de Zapatero.